jueves, 23 de febrero de 2012

Convocan a I Encuentro Nacional de Cubanos Residentes en EEUU


Fuente: www.cubadebate.cu

El 28 de abril de 2012 tendrá lugar en la ciudad de Washington DC, el I Encuentro Nacional de Cubanos Residentes en los Estados Unidos de América, convocado por la Sección de Intereses de Cuba en este país.

De acuerdo con la nota divulgada por esta sede diplomática en Washington, participarán en este evento una representación de de los cubanos que residen en los EEUU. Su convocatoria y formulario de acreditación se harán llegar oportunamente a los invitados.

Esta cita se inscribe dentro del proceso irreversible de normalización de las relaciones de la emigración con su Patria, iniciado por nuestro Gobierno durante el “Diálogo de 1978″ y que continuó con las Conferencias “Nación y Emigración”, celebradas en La Habana.

El encuentro acogerá a los residentes cubanos en Estados Unidos, que se vinculan con su país de manera respetuosa, conscientes de la urgencia de defender su soberanía e identidad nacional.Concluye el comunicado, que la reunión brindará la oportunidad de examinar en común, el camino recorrido y las vías y medios para continuar trabajando a favor de la normalización de las relaciones entre la nación y sus emigrados, además de los efectos de la política norteamericana de hostilidad y bloqueo hacia Cuba y su manipulación del tema migratorio, así como la situación de los “Cinco luchadores antiterroristas”, presos injustamente en los EE.UU.

lunes, 9 de enero de 2012

Los cubanos y la libertad de movimiento

Fuente: El país de España
Por: Rafael Rojas

Los últimos días de 2011 produjeron algunas noticias cubanas que nos ayudan a comprender las ambivalencias del capitalismo autoritario que se implementa en la isla. Junto a una reforma crediticia, que facilitaría la consolidación del emergente sector no estatal de la economía cubana, el Gobierno de Raúl Castro decretó duelo oficial por la muerte del más retrógrado de los últimos dictadores comunistas del planeta, el norcoreano Kim Jong-il, y diluyó una reforma migratoria elaborada y defendida por el ala aperturista del poder.

Es importante retener las palabras de Raúl Castro en la última sesión de la Asamblea Nacional del Poder Popular. No dijo entonces que la reforma migratoria se “posponía” o se “aplazaba”, sino que sería “introducida paulatinamente”. Si esto último quiere decir que las transformaciones de la obsoleta e injusta legislación migratoria cubana no conformarán una reforma integral, sino un conjunto de disposiciones “paulatinas”, la ciudadanía de la isla y los más de dos millones de emigrantes cubanos ya pueden hacerse una idea de lo limitadas y demoradas que serán las mismas.

Dijo también Castro, que La Habana había recibido, en los últimos años, “exhortaciones bien o mal intencionadas” de una reforma migratoria. “Buena” o “mala”, la más completa de esas exhortaciones fue el informe La diáspora cubana en el siglo XXI, elaborado por el Cuban Research Institute de la Florida International University, en el que intervinieron algunos de los más reconocidos académicos cubanos en Estados Unidos, como los profesores de Harvard, Jorge I. Domínguez, y de Pittsburgh, Carmelo Mesa Lago; el experto en temas migratorios, Jorge Duany, de la Universidad de Río Piedras, en Puerto Rico, y el exdiplomático e historiador Juan Antonio Blanco.

Dicha propuesta tiene la ventaja de que no solo contempla las medidas que debería adoptar La Habana —fin de permisos de entrada y salida, múltiple ciudadanía, despenalización de la “salida definitiva”, rebaja de precios consulares, homologación de títulos, programas de repatriación, reconocimiento de derechos económicos, civiles y políticos de los emigrantes…—, sino que hace recomendaciones, también, a Washington, para que flexibilice las trabas migratorias que impone a los cubanoamericanos el embargo comercial. Se trata, por tanto, de una reforma migratoria que expresa el deseo mayoritario de los cubanos, dentro y fuera de la isla, y que propone la transición de un Estado nacionalista a otro transnacional, como el que se abre paso en muchos países caribeños y latinoamericanos.

El Gobierno ve como una amenaza la normalización de los vínculos con los exiliados

Cualquier medida que adopte en los próximos meses o años el Gobierno de Raúl Castro en materia migratoria será tan solo una aproximación a esa necesaria e inevitable reforma. Si ese Gobierno no se atreve, siquiera, a eliminar los permisos de entrada y salida, cómo imaginar que en el corto plazo pueda conceder a los exiliados una garantía constitucional tan básica en las democracias contemporáneas como el derecho a voto. Las razones que aducen los gobernantes cubanos para justificar tal moratoria vuelven al rancio subterfugio de la amenaza a la seguridad nacional. Cuando si algo podría acelerar el fin del embargo comercial y de la política de Estados Unidos sería, precisamente, una reforma migratoria que impulse la reunificación familiar y el contacto entre los cubanos de la isla y el exilio.

Una vez más, el Gobierno de Raúl Castro pone en evidencia que los tiempos de su “cambio” no son los de la ciudadanía cubana. La liberación de 2.900 presos —muchos de ellos condenados por delitos contra la “seguridad del Estado”, aunque considerados “comunes” y no políticos— se ofrece, casi, como regalo navideño al papa Benedicto XVI en la coyuntura previa de su viaje a La Habana.

Sin embargo, una reforma migratoria, que también podría encontrar justificaciones coyunturales o de corto plazo, se pospone indefinidamente. Los indultos siempre serán bienvenidos en la comunidad internacional, pero más lo serían si vinieran acompañados, al menos, de una comprensión de que la existencia de presos políticos en las cárceles cubanas es consecuencia de las instituciones y leyes antidemocráticas que imperan en la isla.

Por mucha suspicacia que se empeñe, no hay forma de imaginar cómo la eliminación de los permisos gubernamentales de salida y entrada puede amenazar la soberanía cubana. En todos los países del mundo existen métodos de control migratorio que impiden la internación de terroristas, y a un Estado policiaco, como el cubano, le sobran recursos en esa materia.

Es evidente, por tanto, que el concepto de seguridad nacional con que opera el Gobierno insular no es el que se basa en verdaderas perturbaciones de la paz social o de la soberanía del país sino el que entiende como amenaza la movilidad y la comunicación de la ciudadanía con el mundo y de la diáspora cubana con su sociedad de origen.

Dicho de otra manera, para el Gobierno de Raúl Castro las mayores amenazas son la libertad de movimiento y la reconciliación nacional. Un proceso de normalización de los vínculos entre cubanos de la isla y el exilio, que deshaga, en pocos años, la estigmatización de los exiliados como enemigos de la nación, es visto con miedo o recelo por una clase política que depende de la fabricación de “mercenarios” para su subsistencia.

Si mañana los opositores pacíficos cubanos, vivan dentro o fuera de la isla, pudieran circular libremente y hacer contacto con la población, asociarse y expresarse como en cualquier democracia del planeta, el totalitarismo no tendría razón de ser.

Los defensores acríticos de las reformas raulistas quieren convencernos de que la capitalización emprendida en La Habana modernizará la sociedad cubana. Tal vez tengan razón. Solo que ninguna modernización sin democracia ha producido una verdadera modernidad. La tecnocracia excomunista cubana del siglo XXI está demostrando la misma ortodoxia autoritaria que la tecnocracia neoliberal latinoamericana de fines del siglo XX. Esa tecnocracia está dispuesta a tolerar enclaves de mercado, mutación de burócratas en empresarios, empobrecimiento de amplios sectores de la población, pero nunca tolerará que desaparezca, en la esfera ideológica y policiaca del régimen, la figura del enemigo.

Reformas migratorias

Por: MIGUEL COSSIO

La burocracia media-alta cubana se siente frustrada con su amado líder, y no es para menos. En casi cuatro años formales al frente del gobierno, Raúl Castro parece haberse especializado en el arte de repartir atole con el dedo a diestra y siniestra. Esto es, embaucar, engañar y entretener a quienes cree son sus súbditos tontos.

El atole es esa bebida mexicana, caliente y dulzona, hecha a base de harina de maíz y agua, que se aplica con el dedo sobre los labios de un niño para calmar sus lloriqueos. Eso es lo que hace el general al prometer una reforma a la política migratoria, que de golpe y porrazo, con un discurso gris, decide dilatar hasta las calendas griegas.

En la isla no fueron pocos los burócratas y simpatizantes del régimen que se esperanzaron con el anuncio de un posible cambio migratorio, que produciría en teoría más dinero y beneficios para ellos y el gobierno del que sobreviven. Un jugoso premio les esperaba con la liberación de las vigentes normas de salida y entrada al país de ciudadanos y exiliados. El ingreso de capital fresco e inversiones, por pequeñas que éstas fueran, que dinamizarían la alicaída economía. Una necesaria compensación a las políticas adoptadas durante el Raulato: el trabajo por cuenta propia, el reparto de tierras ociosas como incentivo a la producción agropecuaria y la compraventa de propiedades inmuebles y vehículos, entre otras medidas. Se frotaban las manos con una reforma migratoria, vista sólo a través del prisma de la economía y la política domésticas, acorde con la exigencia de los tiempos. Era la apuesta a una última reforma como antesala al próximo combate, que allanaría el terreno a la generación Putin cubana, en febril apogeo hoy dentro de los cuarteles castristas. Me refiero a los familiares y cercanos de Fidel y Raúl, noveles militares éstos, viejos intelectuales, empresarios y burócratas de reciente camada.

Pero si alguna lección aprendieron el general y su hermano, el ahora compañero Fidel, deAlemania Oriental fue que abrir las compuertas derrumba el Muro que los sostiene, y que la más mínima apertura política sobre asuntos sensibles conduce a un desenlace similar al de Europa del Este y la desintegrada URSS. Para el general, los viajes y el intercambio libre entre cubanosde ambas orillas del estrecho de la Florida siguen significando un peligro mayor, que a corto plazo traen nocivas secuelas políticas al proyecto de hacer perdurar el régimen.El Muro de Berlín cayó la tarde del mismo día (9 de noviembre de 1989), en que el portavoz del Comité Central del todavía gobernante Partido Socialista Unificado alemán (SED), Gunter Schabowski, anunció en una conferencia a la prensa internacional la nueva legislación que autorizaba a los alemanes del Este a viajar o emigrar al extranjero sin condiciones.

Mijail Gorbachov, tan criticado y odiado por los Castro desde su llegada al poder, intentó transformar el socialismo soviético, primero con la Uskorenie o proceso de aceleramiento de la economía y luego con la Perestroika y la Glasnost. Aquellas pretensiones de Gorby, de refundar el modelo económico y abrir la transparencia informativa a la sociedad, no pudieron salvar a un sistema improductivo, erigido sobre los pilares del totalitarismo más despiadado. Es decir, la anulación del individuo en aras de un colectivismo irracional.

Dudo que Raúl Castro haya pasado por alto tales antecedentes antes de largar su discurso en la Asamblea del Poder Popular, donde justificó su decisión de aplazar la reforma migratoria repitiendo que “Cuba vive circunstancias excepcionales”,a causa de “la política injerencista y subversiva de Estados Unidos, siempre a la caza de cualquier oportunidad para conseguir sus propósitos”.

Con voz metálica, carente de emoción, como si estuviera declamando una orden militar, el general afirmó que actuaría sin apresuramientos ni improvisaciones, porque el destino de la revolución estaba en juego. El general comprende perfectamente lo que representaría la caída del Muro migratorio castrista. Los dictadores aprenden para embrutecerse mejor.La aplazada, por no decir cancelada, reforma migratoria es una demanda por los derechos civiles de la población, tal como están consagrados en las convenciones internacionales sobre los derechos humanos. Limitarla al plano de los intereses económicos de cualquiera de las partes es caer en el juego burocrático y engañoso de la dictadura. El pueblo cubano reclama su derecho a entrar y salir libremente de su país, sin tarjeta blanca ni restricción alguna. Ese es el fondo del asunto, y la negativa o posposición ad aeternum del castrismo es la más clara demostración de su atropello constante. Y de su miedo, el pánico a que se les caiga el sistema como un merengue a la puerta de un colegio.

lunes, 7 de febrero de 2011

José Martí: Migraciones, viajes y la creación de la nación cubana.


Fuente: Revista Iberoamericana, Vol. LXIX, Num. 205
Por: Iván A. Shulman. University of Illinois.


Migraciones del siglo XIX. Signos de la Edad Moderna, época en que el concepto de movimiento espacial se transforma, era de los proyectos europeos de la colonización de países lejanos, período en que se producen los desplazamientos de masas de hombres, mujeres y niños -emigrados y exiliados- que se aprovechan de los últimos avances en los sistemas de transporte para visitar regiones exóticas, o, urgidos por necesidades económicas o políticas, replantean el hogar en terrenos distantes y desconocidos. Migraciones exteriores, geográficas; migraciones interiores, hacia la subjetividad del sujeto moderno, retextualizaciones culturales que son el producto de la búsqueda de horizontes alternativos, imaginados o reales; migraciones de exiliados que llevan en sí la imagen de su patria, y frente a otro espacio -social, político y cultural- crean y reformulan un universo de ahnelos, sueños, ansiedades, temores o extrañamientos.

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lunes, 15 de marzo de 2010

LA NACIÓN Y LA EMIGRACIÓN: LA URGENCIA DE UN DIÁLOGO

Por: Roberto Veiga González / Palabranueva.net

Del 27 al 29 de enero de este año se celebró en La Habana una nueva reunión de las autoridades del país con cubanos residentes en el extranjero; o sea, una nueva sesión de los encuentros llamados La Nación y la Emigración. Al inaugurarla, el ministro de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, Bruno Rodríguez Parrilla, quiso dejar clara la voluntad de avanzar hacia la plena normalización de los vínculos entre la Isla y los nacionales residentes en el exterior.


Esta viene a ser una necesidad urgente, porque es muy elevada la cifra de cubanos que residen en el extranjero y porque cada día aumenta vertiginosamente el número de los que marchan a otros países en busca de intentar conseguir sus anhelos, en algunos casos los más elementales anhelos. Lograr esa completa y estable relación constituye una necesidad urgentísima. En primer lugar, porque instalarse en otro país no es una razón suficiente para que un cubano sea privado del disfrute de sus derechos ciudadanos, en su patria. En segundo lugar, porque la nación -ya de por sí empobrecida, lo cual se ahonda con la enorme sangría que representa dicha emigración- no puede darse el lujo de obstaculizar el aporte que esos compatriotas pueden darle a la vida social del país.


Creemos que las autoridades cubanas tienen clara conciencia de esta situación y que aspiran a encontrar las mejores vías para solucionarla.

Sin embargo, los dos últimos encuentros de este proyecto han perdido el exiguo brillo de los anteriores. Estos han colocado el diferendo entre los gobiernos de Estados Unidos y de Cuba como aspecto principal y casi único de la agenda, con lo cual se ha reducido aun más la particularidad de los cubanos residentes en el extranjero que participan en esas reuniones.

Esta última reunión, según refieren todos los informes noticiosos, que por lo general se hacen eco de los temas centrales y de los aspectos que lograron mayor relevancia, se trató fundamentalmente de una crítica a la política del gobierno norteamericano hacia Cuba. Por desdicha, los referidos informes no hicieron ninguna mención a los temas relacionados con el logro de un vínculo estable entre los emigrados y la Isla.

El discurso del presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular, Ricardo Alarcón de Quesada, pronunciado en el evento el día 29, estuvo dedicado totalmente a tratar el asunto del conflicto entre ambos países.

Estas cuestiones, como el bloqueo norteamericano, y la condena -cuestionada por muchos- a cinco cubanos presos en Estados Unidos, claro que pueden, y hasta deben, estar en la agenda de estos encuentros; pero no han ser el eje central y determinante de los mismos, pues la necesidad de lograr el mejor vínculo entre la Isla y la emigración exige del análisis de muchísimos aspectos que no están relacionados de manera forzosa con el diferendo entre ambos Estados.

No es posible, ni conveniente para el país, subordinar el arreglo entre cubanos a la conciliación con el gobierno de Estados Unidos. Es cierto que dicho arreglo político podría contribuir a facilitar el acomodo entre nacionales. Pero la realidad nos dice que esperar a por ello sólo contribuiría a nuestro empobrecimiento nacional. Se hace necesario invertir las variables, o sea, trabajar para arreglarnos entre nosotros, para que entonces el Gobierno de Estados Unidos se sienta estimulado, o cuasi obligado, a dar pasos en dirección a un arreglo, y ello a su vez contribuya a facilitar nuestro camino de encuentro nacional.

El proceso de encuentros conocido como La Nación y la Emigración necesita desplegar un diálogo más amplio y profundo. Dicho diálogo, para que sea más profundo, debe enfatizar en los asuntos que atañen al deseado vínculo de los emigrados con su patria, entre los cuales se encuentran las cuestiones relacionadas con sus derechos y con las posibilidades de poder aportar al país en los ámbitos de la familia, la cultura, la economía, el patrimonio personal y hasta la política. Para que sea más amplio, y por tanto mucho más auténtico y efectivo, no debe limitarse a las autoridades del país y a un grupo de emigrados cómodos para tratar el asunto de la mala política de la Administración norteamericana para con Cuba.

Se hace necesario ampliar este diálogo a toda la sociedad de la Isla y a muchísimos sectores de la emigración que tal vez incluyan ciertas críticas al Gobierno cubano; pero no partidarios de promover la subversión ni el aniquilamiento de nadie, sino más bien anhelan un acomodo en el que todos resulten ganadores. De esta manera el diálogo dejaría de ser un asunto de minorías y, por ende, tendría más posibilidades de alcanzar éxitos concretos y rápidos, aunque quizá –es necesario reconocerlo- esta apertura complejice más la cuestión. Pero de eso debe tratarse, de asumir el asunto en toda su complejidad para resolverlo de una vez y por todas, sin que por ello atropellemos el camino y abdiquemos de la debida gradualidad.

Claro está que si de resolver el problema se trata, ello nos remitiría a otro tema que no es materia de este editorial, pero que debemos mencionar: la necesaria búsqueda entre todos de un camino para limitar dicha sangría nacional, procurando cincelar un modelo económico, social y político que le facilite a cada cubano encontrar en su patria las posibilidades para realizar sus anhelos y no tener que marcharse al extranjero, lo cual siempre representa un desgarramiento tanto para el que se marcha como para la familia y la nación que se quedan, cada vez más, solas y empobrecidas.

viernes, 6 de febrero de 2009

LA EMIGRACIÓN CUBANA: MIRADAS (III)

por Jorge Gómez Barata

La emigración cubana en Estados Unidos es un fenómeno objetivo de naturaleza económica, social y política cuya dinámica opera, no sólo por estímulos externos sino también por una lógica propia, en ciertos aspectos con una independencia relativa respecto a las legislaciones, las políticas e incluso a la voluntad de los gobiernos.

Emigración ─ se afirma ─ genera emigración. Esa circunstancia ratifica la certeza de la actitud del gobierno cubano al trabajar, junto a los emigrados por la normalización de las relaciones y los flujos migratorios y ordenar tales procesos sin intentar suprimirlos ni manipularlos.

De los atributos mencionados, el carácter económico y social de la emigración son constantes mientras que su naturaleza política es un añadido circunstancial que puede modificarse y de hecho comenzó a atenuarse a partir de los diálogos de 1978 cuando, por medio de viajes y otros intercambios de naturaleza privada y oficial se inició la normalización de las relaciones entre la Nación y la Emigración , proceso que será irreversible cuando la administración norteamericana deje de utilizar la emigración como instrumento político contra la Revolución.

Al encuentro de la remoción de los ángulos políticos, vienen los procesos sociológicos ligados a los cambios en la de motivación de los inmigrantes, las diferencias en la composición social de las nuevas oleadas migratorias, así como la atenuación de los acentos políticos con que las nuevas generaciones perciben la realidad y ajustan sus comportamientos, fenómeno al que no son ajenas la Isla ni la emigración.

miércoles, 4 de febrero de 2009

LA EMIGRACION CUBANA II

por Jorge Gómez Barata

Si bien es cierto que los cubanos que emigran a Estados Unidos disfrutan del privilegio de ser acogidos sin reparos y automáticamente se les concede la residencia y pueden optar por la ciudadanía, también lo es que no pueden reinstalarse en su país. La desmesura de uno y otro tratamientos no obedece a afectos norteamericanos hacia los nativos de la isla ni al deseo de las autoridades cubanas de sancionar a sus nacionales, sino a la naturaleza y la opulencia de un conflicto que impone su propia dinámica.

A pesar de ser el área más tirante en el diferendo bilateral, la más delicada y la que involucra a más personas, el conflicto migratorio es el único asunto respecto al cual, en varias ocasiones los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos han negociado y suscrito acuerdos y, a pesar de que muchos emigrados han participado en acciones violentas, actos terroristas y sabotajes, solidarizándose con el bloqueo y la agresión, el gobierno cubano ha aprovechado cuanta oportunidad se ha presentado para avanzar en la normalización de las relaciones entre ellos y sus familiares.

El modo como el gobierno cubano, especialmente Fidel Castro, condujo durante los preparativos y el desarrollo de los Diálogos de 1978 y en el curso de la Conferencia La Nación y la Emigración en 1994, evidencian la correcta percepción de que aunque vivan en el extranjero, para Cuba, la emigración es un asunto de política interna.

Por esa correcta percepción, cuando en medio del intenso enfrentamiento entre la Revolución Cubana y el imperialismo norteamericano, en el seno de la colonia cubana radicada en Miami aparecieron apenas unas decenas de personas políticamente aisladas, hostigadas y económicamente débiles que, exponiendo su seguridad desafiaron a la contrarrevolución y a la política del gobierno de los Estados Unidos y promovieron el diálogo, Cuba no dejó pasar la oportunidad.

En 1978, bajo el auspicio de Fidel Castro, que personalmente realizó la mayor parte del trabajo, incluyendo la labor de esclarecimiento a la sociedad cubana, se efectuaron los Diálogos de 1978 donde se registraron los mayores avances logrados en materia de relaciones con la emigración, incluyendo todas las facilidades que Cuba podía ofrecer para la realización de viajes y visitas de los emigrados al país, el restablecimiento de los contactos, la reconciliación y eventualmente, la reunificación familiar.

Alcanzada aquella cota, como era de esperar, las relaciones fueron bienvenidas por las instituciones cubanas y rebasando el ámbito estrictamente familiar, se extendieron horizontalmente a otros tipos de contactos e intercambios: culturales, académicos, religiosos, científicos, profesionales e incluso políticos.

Mientras aquellos magníficos encuentros ocurrían, Estados Unidos no cejaba en el empeño por manipular la emigración, usarla en perjuicio de la Revolución contra la cual fraguaban los más criminales planes. No obstante con valor, fe y constancia a toda prueba, los emigrados y sus familiares, con el beneplácito de las autoridades cubanas, continuaban profundizando sus contactos en lo que parecía una consistente marcha hacia la normalización.

En los años ochenta, la llegada al poder de las administraciones conservadoras de Reagan y los Bush, que coincidieron con la crisis del socialismo y la desaparición de la URSS, plantearon escenarios completamente nuevos y más difíciles, tanto para la Nación como para la emigración. De eso les cuento.

(Continuará...)