miércoles, 4 de febrero de 2009

LA EMIGRACION CUBANA II

por Jorge Gómez Barata

Si bien es cierto que los cubanos que emigran a Estados Unidos disfrutan del privilegio de ser acogidos sin reparos y automáticamente se les concede la residencia y pueden optar por la ciudadanía, también lo es que no pueden reinstalarse en su país. La desmesura de uno y otro tratamientos no obedece a afectos norteamericanos hacia los nativos de la isla ni al deseo de las autoridades cubanas de sancionar a sus nacionales, sino a la naturaleza y la opulencia de un conflicto que impone su propia dinámica.

A pesar de ser el área más tirante en el diferendo bilateral, la más delicada y la que involucra a más personas, el conflicto migratorio es el único asunto respecto al cual, en varias ocasiones los gobiernos de Cuba y los Estados Unidos han negociado y suscrito acuerdos y, a pesar de que muchos emigrados han participado en acciones violentas, actos terroristas y sabotajes, solidarizándose con el bloqueo y la agresión, el gobierno cubano ha aprovechado cuanta oportunidad se ha presentado para avanzar en la normalización de las relaciones entre ellos y sus familiares.

El modo como el gobierno cubano, especialmente Fidel Castro, condujo durante los preparativos y el desarrollo de los Diálogos de 1978 y en el curso de la Conferencia La Nación y la Emigración en 1994, evidencian la correcta percepción de que aunque vivan en el extranjero, para Cuba, la emigración es un asunto de política interna.

Por esa correcta percepción, cuando en medio del intenso enfrentamiento entre la Revolución Cubana y el imperialismo norteamericano, en el seno de la colonia cubana radicada en Miami aparecieron apenas unas decenas de personas políticamente aisladas, hostigadas y económicamente débiles que, exponiendo su seguridad desafiaron a la contrarrevolución y a la política del gobierno de los Estados Unidos y promovieron el diálogo, Cuba no dejó pasar la oportunidad.

En 1978, bajo el auspicio de Fidel Castro, que personalmente realizó la mayor parte del trabajo, incluyendo la labor de esclarecimiento a la sociedad cubana, se efectuaron los Diálogos de 1978 donde se registraron los mayores avances logrados en materia de relaciones con la emigración, incluyendo todas las facilidades que Cuba podía ofrecer para la realización de viajes y visitas de los emigrados al país, el restablecimiento de los contactos, la reconciliación y eventualmente, la reunificación familiar.

Alcanzada aquella cota, como era de esperar, las relaciones fueron bienvenidas por las instituciones cubanas y rebasando el ámbito estrictamente familiar, se extendieron horizontalmente a otros tipos de contactos e intercambios: culturales, académicos, religiosos, científicos, profesionales e incluso políticos.

Mientras aquellos magníficos encuentros ocurrían, Estados Unidos no cejaba en el empeño por manipular la emigración, usarla en perjuicio de la Revolución contra la cual fraguaban los más criminales planes. No obstante con valor, fe y constancia a toda prueba, los emigrados y sus familiares, con el beneplácito de las autoridades cubanas, continuaban profundizando sus contactos en lo que parecía una consistente marcha hacia la normalización.

En los años ochenta, la llegada al poder de las administraciones conservadoras de Reagan y los Bush, que coincidieron con la crisis del socialismo y la desaparición de la URSS, plantearon escenarios completamente nuevos y más difíciles, tanto para la Nación como para la emigración. De eso les cuento.

(Continuará...)

1 comentario:

  1. Los cubanos de la emigración sin proyectos de cara al futuro

    Cuba no debe pensarse desde la improvisación, ni de la emoción, pues estamos ante un proceso donde confluyen muchas partes en la que cada una tiene una función esencial.

    Pensar a Cuba desde cualquier lugar del planeta requiere ante todo comprender el lugar de Estados Unidos en su devenir histórico, una singularidad que radicalizó el pensamiento cubano de izquierda, obligado a buscar una alternativa que lo apartara de la órbita del “protector vecino”.

    Una cuestión que no debe obviarse es que no se trata simplemente de una historia de buenos y malos y asumir una posición a favor de los primeros, de ser así, demasiado esencialista y poco creíble, tarde o temprano se inclinará hacia el ángulo de una visión hegemónica del asunto y no nos permitirá comprender las contradicciones normales en todo proceso histórico no terminado.

    Cuba debe pasar por el prisma de la crítica permanentemente para interpretar y evaluar sus procesos y oxigenar posibles caminos hacia el futuro. Implica dialogar con todas las partes implicadas en la construcción de la nación, estén donde estén, pero sin los desafueros de querer imponer una u otra postura, de lo que se trata es de elegir en condición de iguales lo mejor para su pueblo.

    Hasta ahora, los cubanos en la emigración, sobre todo la establecida en Estados Unidos, no han sido capaces de presentar un proyecto que supere los resultados alcanzados por la Revolución Cubana durante 50 años. Simplemente lo que han hecho es cuestionar de forma virulenta los errores, normales en cualquier proceso histórico y desde la emoción y la improvisación atacar todo resultado social alcanzado después de 1959.

    Pensar la Cuba del futuro implica ante todo reconocer el complejo entramado social que caracteriza a la sociedad, tanto negativo como positivo, normal como anormal, fácil como difícil y omnipresente para todas las partes. Llegará el día de sentarse a la mesa de conversaciones, de lo que hagan sus intelectuales, sobre todo, dependerá el futuro de la isla. Cuba se gana o se pierde en el terreno de la cultura.
    Publicado por ARNOLDO FERNANDEZ VERDECIA http://caracoldeagua-arnoldo.blogspot.com/2009/11/los-cubanos-de-la-emigracion-sin.html

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